Su Hezea
La supervivencia de un colectivo social a lo largo del tiempo, de tanto tiempo, a diferencia de lo que muchas personas militantes piensan o proyectan, activistas de estos tiempos, como activistas o militantes de tiempos pasados, con quienes hemos convivido y compartido estos 40 añakos, no se sustenta en tener un “Objetivo claro para la lucha”. Tanto en los momentos del capitalismo dulce, como diría Ramón Fernández Durán, o en estos momentos de agonía del capitalismo, que se revuelve de forma violenta para seguir acaparando los recursos naturales, sociales, personales… de nuestro amado planeta. Para la Superviviencia de personas, grupos y colectivos, ya sean grandes o pequeñas organizaciones como las que conformamos la Coordinación Baladre, nos sustentamos en las relaciones humanas: de afecto, de cuidados y de apoyo mutuo. Lejos de ese “Objetivo claro para la lucha”, pues en sociedades complejas como esta nuestra, los objetivos han de ser multiples y multidimensionales, “no nos da la vida” para enfrentarnos a las opresiones que nos aplastan como personas, como seres vivos que agonizamos junto al planeta que nos expulsa.
Por esta razón, “Sostener la Vida Colectivamente” ha sido una herramienta, o mejor dicho, la herramienta fundamental de los colectivos, grupos, personas que hemos participado, que sustentamos o que nos encontramos en la Coordinación Baladre.
Nacimos como coordinación siendo “las marginadas”, en los años 80. Sustentaban Baladre, los colectivos y grupos de personas desempleadas, las gentes de los Barrios periféricos sin recursos y servicios básicos, aquellas personas, fuera de la “ciudadanía” de bien. Eramos y somos, la justificación para que aquellas que tenían empleo “tragaran” con la precariedad, porque veníamos las hordas de paradas a “devaluar” el empleo. Eramos y somos, aquellas, que te ocupan la casa cuando te vas a comprar el pan. Eramos y somos, les “jonkis”, que no queríamos trabajar, sino vivir de las “ayudas sociales”. Porque nos dio por plantearnos si, igual, el empleo, lejos de ser la solución a todos nuestros problemas, no sería el origen de todos nuestros problemas: como personas, como madres, como hijes, como padres, como vecines… ¿Y de qué formas podíamos superar estas situaciones? ¿transformar? ¿generar vidas vivibles?
Pues, a través de cosas tan básicas como tener en cuenta si la persona que se sienta al lado nuestro en una asamblea de barrio, ha comido hoy o comerá mañana, si ha podido visitar a su hije en el talego, si ha pasado por los servicios sociales para que le paguen los últimos recibos de la luz antes de que se la corten y cual ha sido el trato recibido, si le van a pagar los recibos o hay que darles el toque “pa que paguen”…
De hecho, en los encuentros de Baladre, no es casual que, el primer punto del orden del día sea: ¿cómo estamos?, individual y colectivamente, en nuestras Vidas, en nuestros Barrios, Pueblos, Territorios… Compartimos nuestras vivencias, nuestras sensaciones, nuestras alegrías y malestares. Desde el cuerpo físico al cuerpo político en el que habitamos. Lo cual, genera un clima de confianza y de apoyo mutuo que recorre nuestros encuentros desde el primer día hasta el último, en el que evaluamos y nos devolvemos aquellas cosas que nos han “flipado” de lo vivido y aquellas que, con cariño, mira… igual… se podrían mejorar.
En estos 40 añakos, sin casi tener consciencia de ello, hemos activado “cajas de resistencia” para grupos y personas que atravesaban por momentos económicos difíciles, ya fuera para sostener sus/nuestras vidas personales: vivienda, vehículo, salud… como para la sostenibilidad de nuestras iniciativas. Teniendo en cuenta, además, que la búsqueda de recursos económicos puede ser un esfuerzo extra para nuestros grupos y colectivos, pero que “la pasta” nunca ha sido lo importante, que lo importante ha sido/es la sustentabilidad de nuestras Vidas y proyectos. El “cómo estamos” física y mentalmente, el “cómo nos sostenemos” emocionalmente, el “cómo sobrevivimos” atravesadas de múltiples violencias que nos aniquilan como personas.
Pues, al igual que en múltiples ocasiones, nuestras acciones de denuncia, han tenido mucha más incidencia y repercusión al coordinarnos y sacar nuestras denuncias de lo local, de lo cercano; las dinámicas de cuidados y de apoyo mutuo, en Baladre, han resonado en otros territorios en el momento en el que hemos compartido situaciones de dificultad. Así fue, como en los años 90, personas acosadas por la policía o agobiadas por un clima de acoso político, eran acogidas en otros territorios para liberar la carga mental y de agobio de la situación que se estuviera viviendo personal o grupalmente. Activábamos redes de apoyo mutuo para chavalería perseguida o acosada por la institución por sus adicciones, por órdenes de tutela, por los ingresos en prisión u otros tipos de acoso.
De ahí que, activáramos en las Jornadas de Zambra en los 90 y los 2000, la reflexión más teórica, desde las dudas, las “cagadas”, las acciones y las prácticas, para responder en lo cotidiano a una acción social y política que pusiera la Vida, los Afectos y los Cuidados en el Centro. Nos planteamos campañas como la de Amnistía Social Ya!, frente a la ley Mordaza o la represión vivida en la Primavera Valenciana, en las Acampadas de las Plazas, más allá del 15M o de las Plataformas AntiDesahucios.
Y llegado el momento en el que nos vimos confinades por la “crisis del COVID”, momento en el cual, muchos colectivos y grupos sociales vieron parada su actividad, para nosotres fue casi un momento de cantidad de actividad. En lo local, activamos redes de cuidados y apoyo mutuo para saber cómo estaba nuestra vecina: mental y físicamente. Si estaban pudiendo pagar el alquiler, si estaban pudiendo acceder a alimento, si las criaturas podían acceder a internet para “ir al cole”…
Utilizamos las video llamadas para vernos y compartir el ¿cómo estamos?, sin más objetivo que el de acompañarnos y no sentirnos solas o agobiadades por estar sin empleo, sin recursos económicos, encerrades, o lo que fuera. Activamos la denuncia por radios comunitarias, por nuestras webs o redes sociales sobre nuestras situaciones de carencia de vivienda, de alimento, de rentas mínimas frente a los ERTES, para reivindicar la RBis. Acompañamos, desde la “distancia social” que se nos impuso, a quienes lo estaban pasando peor por el aislamiento o la falta de recursos.
También traspasando las fronteras políticas y físicas, en contacto con las amigas de colectivos en Alemania o Francia, pero también en América, para conocer cómo los pueblos originarios estaban enfrentando la crisis y los colectivos sociales en las urbes se estaban organizando para sostener a las más marginadas, en la “villas miseria” en Argentina o de las personas privadas de libertad en las cárceles.
Y así es, cómo, de manera natural, interiorizada de años de dinámicas de empatizar con quienes sufren, de sentir que las otras, somos nosotres, de priorizar los cuidados y los afectos en nuestras acciones sociales y políticas, es como hemos mantenido nuestros colectivos y es como hemos nutrido nuestras luchas. Con muchos errores y algún acierto. Pero siempre desde la prioridad de poner la Vida personal, social y planetaria en el Centro.