Verd De Terra. Abril de 2021
Ubicados en Xativa (Comarques Centrals del País Valencia) el proyecto Verd de Terra venimos alimentando durante estos últimos 10 años a unas 90 unidades familiares. Y si el proyecto aún sobrevive es gracias al entorno social que lo apoya desde entonces.
Desde hace años venimos oyendo que el modelo de caja cerrada que utilizamos para la distribución de las verduras, está siendo abandonado por otros proyectos y siendo sustituido por las ventas al detalle, bien sea en formato caja o a través de mercadillos, incluso hay proyectos que han orientado su producción hacia las grandes distribuidoras, dejando de lado lo que para nosotros sería nuestro activo más importante, las personas a las que alimentamos.
Después de los altibajos de estos años y de estos meses de pandemia podemos afirmar que la estabilidad del proyecto y su consolidación es gracias a aquellas personas que durante estos años nos han apoyado y han asumido hacerse responsables de su alimentación colaborando con el proyecto más allá de la mera producción de alimentos, invirtiendo su energía, conocimientos y tiempo en esferas como la concienciación, la denuncia, la distribución o la solidaridad.
Por poner algunos ejemplos, estas co-productoras, tal como algunas se autoproclaman, han asumido desde sus bolsillos pequeñas inversiones para la mejora de la producción, mecanismos de compensación por robo de material o de alimentos, incluso la puesta en marcha de caja solidarias. Desde sus energías, tareas como la realización de las cestas, manejos en el campo, distribución, sustituir a las productoras cuando estaban enfermas etc…
Y desde su capacidad de relación han recopilado y generado el discurso suficiente para poner en marcha un cambio de modelo basado en la agricultura sostenida por la comunidad, probablemente el impulso que ha hecho que a día de hoy, sigamos alimentando a tanta gente.
Durante este tiempo hemos aprendido que el trabajo de agricultora es algo que se aprende con esfuerzo y tiempo, y que la producción de alimentos es una dura carrera que cualquier persona puede realizar. Lo difícil es enfrentarse a un sistema como la agroindustria manteniendo unos valores y unas condiciones de trabajo dignas, superando contradicciones y luchando por generar un modelo más justo, sano y ético. De aquí que coincidiendo con la pandemia, en este último año hemos apostado por un cambio de modelo en el que las personas a las que alimentamos juegan un papel fundamental a la hora de sostener su alimentación. Tras años de aprendizaje en asambleas, seminarios, viajes y relaciones con otras, hemos implementado un modelo de agricultura sostenida por la comunidad generado entre todas que convierte a lo que eran meras consumidoras en socias del proyecto bajo la premisa del compromiso.
Esto se traduce a nivel práctico en un compromiso de una cesta semanal o quincenal durante un año, el pago por adelantado de manera mensual lo que facilita el sustento y las inversiones por parte de las productoras, y su vinculación más directa con la tierra y con las que invierten su tiempo en alimentarlas.
Con ello actualmente disponemos de unas mejores condiciones de trabajo, de salarios más estables y una mejor programación sobre la producción de alimentos. Hemos hecho frente así a uno de nuestros grandes problemas como era la falta de ingresos en vacaciones, en la que muchas consumidoras antiguamente olvidaban que para seguir alimentando sus estómagos, nosotras teníamos que seguir trabajando. También hemos abierto así nuevos horizontes a pequeñas inversiones que hacen el trabajo mucho más fácil; debido a la solidaridad y confianza de nuestras co-productoras esto nos permite afrontar nuevos retos antes impensables desde nuestro pequeño modelo.
Aun así y siendo difícil valorar el impacto que ha tenido para el proyecto el cambio de modelo debido a que ha coincidido con los meses de pandemia, podemos afirmar que si no es por el apoyo fruto del entorno social que hemos venido construyendo a lo largo de estos años junto con grupos de consumo, en especial, con P’Estellador ahora GKK, el Ateneu Popular de Xativa, la Xarxa llauradora y el SPG +BÓ y otras iniciativas de carácter socioeconómico similar que se han ido desarrollando durante estos años en nuestro municipio, hoy no existiríamos.
Como productoras ponemos el foco de estas palabras en el reconocimiento al trabajo que nuestro entorno ha hecho por nosotras y por ellas mismas. No sin antes mencionar que gracias a la primera edición de este libro que puso de relevancia la pregunta “¿a quién alimentamos?” y a otros sucesos que nos han acompañado, hemos empezado a poner en marcha (por iniciativa de las co-productoras) un mecanismo de cestas solidarias, en el que socias asumen la alimentación de otras que no tienen acceso por falta de recursos económicos a nuestros alimentos, repensando así nuevas fórmulas para un modelo más consecuente y justo por el derecho a una alimentación sana. Un camino que enfrentamos ahora hacia la búsqueda de un modelo jurídico inexistente en el País Valencia que nos permita desarrollar nuestra actividad bajo unos mínimos de protección y dignidad frente al hostil mercado de trabajo.
En nuestro caso algunos de nuestros abuelos operaban de la siguiente manera, unos llevaban a sus casas las hortalizas más bonitas, y otros las más bonitas las vendían y en casa comían los restos. Nosotras hemos superado esa dicotomía, y llevamos tanto para nuestras casas como para las casas de los demás, no las verduras bonitas, sino las naturales y de temporada, respetando los ciclos de la naturaleza y cuidando la tierra, generando lazos más fuertes con las nuestras y defendiendo que aquí, se come lo que da la tierra.