Casa Comunidad: Un feminismo útil. Córdoba, Argentina

Victoria Fernández, Anabella Antonelli y Candela de la Vega

Los feminismos o transfeminismos en nuestra región se escriben con “s”. Aprendimos a mirarnos plurales, a escuchar los matices y entender las intersecciones que nos atraviesan. Casa Comunidad es una experiencia organizativa que comparte pliegues con los feminismos populares que venimos construyendo en el sur global.

En el territorio que habitamos, hoy llamado Argentina, el feminismo popular posee una fuerte inscripción alrededor de la defensa, el cuidado y la mejora de la vida de los sectores sociales más violentados, despojados y explotados. La “defensa de la vida” es, aquí, parte de nuestro “sentido común” especialmente cuando, de manera recurrente en las latitudes latinoamericanas, los marcos institucionales, legales, económicos o políticos se endurecen y dejan muy poco margen para que las mayorías podamos vivir vidas en condiciones dignas y equitativas.

Hacemos nuestras las palabras de la activista y académica feminista Raquel Gutiérrez Aguilar, cuando dice que la “defensa de la vida” es una posición de lucha que resume el rechazo intransigente a la negación de la vida digna y también a la muerte impuesta por la destrucción de las condiciones mismas de regeneración vital –humana y no humana– que acarrean los ciclos enloquecidos de acumulación de capital en campos y ciudades.

En nuestras luchas se cruzan vertientes que aportan a la formación y desarrollo de nuestros feminismos y que, en general, hacen resonar la consigna de la “defensa de la vida”. Por un lado, la participación en los movimientos de derechos humanos, nuestras madres y abuelas de Plaza de Mayo que se siguen organizando para buscar sus hijas/os, nietas/os y otros familiares desaparecidas/os por las dictaduras cívico-militares-eclesiales. Por otro lado, las acciones colectivas que tramaron las mujeres de sectores populares urbanos, autoorganizadas para garantizar la supervivencia durante los periodos de ajuste y crisis que sacudieron el país en las décadas de 1990 y 2000. En tercer lugar, reconocemos a las mujeres que, desde una fuerte inscripción cultural y social de clases medias en sus orígenes, aportaron a los debates sobre el cuerpo, la política del deseo y la condición fetichizada de “lo privado”. Finalmente, la organización de las hermanas de los pueblos originarios nos trae ecos de feminismos de corte comunitario con fuerte tradición indígena.

A su vez, es imposible comprender el movimiento feminista argentino, sin tener presente la incesante participación, crecimiento y mutación de los hoy llamados Encuentros Plurinacionales de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, No Binaries y Bisexuales que se hacen en distintas provincias del país desde 1986.

En esta genealogía de luchas se abre camino la experiencia feminista Casa Comunidad, organización nacida en la provincia de Córdoba, la segunda con más población de Argentina. Para comprender qué es CC, tenemos que hablar primero del EO. Sus siglas corresponden a Encuentro de Organizaciones, una organización que nació en 2007 y se configuró como una coordinadora de pequeños núcleos de militancia barrial que intentan, con su práctica diaria, aportar a transformar las condiciones de vida y de trabajo de manera prefigurativa en las instancias más próximas de la cotidianeidad: salones comunitarios, espacios productivos de economía popular, proyectos educativos y de alimentación comunitaria. Con fuerte arraigo territorial urbano, aunque desarrollando actualmente pequeñas experiencias rurales, el EO mantiene un posicionamiento anticapitalista y una composición mixta de militancia.

Dentro de este espacio nació CC, pero en un contexto muy particular. En Argentina, el año 2015 significó una bisagra en nuestras vidas y en la forma de percibir las violencias patriarcales. El movimiento feminista cobró gran visibilidad y se masificó a partir de la primera gran manifestación “Ni Una Menos” que denunció los femicidios que vivimos a diario como consecuencia de la violencia estructural que privilegia el cuerpo de las identidades feminizadas y disidentes. En ese momento, un grupo de compañeras desarrollamos un protocolo de intervención para situaciones de violencia de géneros en nuestra organización y nuestros territorios, con perspectiva comunitaria. Pero no era suficiente, y a partir de 2016 nos dispusimos a construir Casa Comunidad, una herramienta autogestiva de autodefensa feminista, en el marco del EO, para prevenir y acompañar situaciones de violencia de géneros. Apuradas por las urgencias cotidianas que acompañamos, decimos que nos guía un horizonte comunitario, anticolonial, antipatriarcal y anticapitalista, y que apostamos a construir un mundo donde de verdad entremos todes, con todo lo que somos y traemos. En los espacios de la organización, trabajamos para crear espacios libres de violencia de géneros, a través de acompañamientos que intentamos integrales, es decir, desde lo jurídico, lo emocional, social, económico y comunitario.

Así, el surgimiento de CC se dio en un peculiar momento histórico nacional que atravesaron los procesos de lucha de los movimientos sociales, en general, y los feminismos, en particular, que coincide con el periodo comprendido entre 2015 y 2019.

Además de la lucha contra la violencia patriarcal, otro eje de organización se mostró también como irrenunciable, condensando en la esfera pública posicionamientos sobre el trabajo y la economía popular. Por eso, las militantes de CC nos reconocemos dentro de los “feminismos populares” que no renuncian a pensar en la posibilidad de una economía popular comunitaria y feminista, elaborando estrategias para hacer estallar la relación capital/vida como forma de expropiación y dominación.

No pecamos de autorreferenciales si decimos que el trabajo que hacemos es sumamente importante. Es que, sólo en Argentina, según el Observatorio de MUMALA, desde el inicio del año y hasta septiembre de 2022, hubo 143 femicidios, 1 cada 21 horas y 72 intentos de asesinato. El asesinato de identidades feminizadas es la consecuencia horrorosa de una violencia que se ejerce sobre nuestros cuerpos durante toda nuestra vida, de diferentes formas. Una violencia que no es casual ni caprichosa, sino que es necesaria para la reproducción del capitalismo voraz. Ante esto, los Estados tienen sólo respuestas paliativas traducidas en política públicas escasas e insuficientes.

Somos nosotras, identidades feminizadas y disidentes organizadas a lo largo y ancho de nuestro continente, con el corazón puesto en la construcción de otros mundos posibles, y entendiendo que ahora es cuando debemos edificar esa sociedad que soñamos para todes, quienes nos pusimos a trabajar contra la violencia de género y la violencia del capital.

Que el feminismo sea popular reclama para sí una práctica política siempre situada, que responda con coherencia a cada combinación de opresiones y dominaciones que se trenzan en cada momento, cuerpo y territorio. Por eso, no puede surgir sino de un diagnóstico indispensable y casi permanente de las condiciones singulares, múltiples y dinámicas en las que viven quienes decidimos iniciar una lucha. Nuestro feminismo popular, en ese sentido, se orienta a ser un “feminismo útil” y no un feminismo de manuales importados.

¿Qué hacemos desde Casa Comunidad?

Entendiendo la complejidad de la problemática, y de la importancia radical que tiene para la reproducción del sistema, nos hemos enfocado en desarrollar las herramientas que nos parecen importantes en este momento y territorio. Por un lado, acompañamos a personas en situación de violencia desde una perspectiva integral y comunitaria, es decir, elaborando estrategias colectivas de contención emocional, económica, consejería jurídica, social y psicológica mediante equipos profesionales y militantes. Además, hemos construido una red de donaciones y de redistribución de ropa, alimentos y otros productos básicos indispensables para situaciones de emergencias, sin renunciar al reclamo hacia los gobiernos y sus políticas públicas que, aunque escasas y paliativas, entendemos que deben llegar a todes. La formación es una pata fundamental para el ejercicio de nuestros activismos, por eso realizamos talleres de capacitación, compartición de experiencias, formación y prevención de la violencia de géneros, haciendo foco en que es la cultura patriarcal la que debemos transformar.

Algunas de estas propuestas de formación son las siguientes:

  • Autodefensas comunitarias. Convencidas de que la salida es colectiva y de que es de suma importancia dar una batalla cultural en cada territorio, y cuidarnos comunitariamente, planificamos y comenzamos a poner en funcionamiento lo que llamamos “autodefensas comunitarias” a partir de la Escuela de Acompañamiento. Se trata de garantizar que cada espacio organizado cuente con las herramientas necesarias para acompañarse en las situaciones de violencia de géneros, cualquiera sea su gravedad. En tanto estrategia política, la autodefensa comunitaria tiene efectos en dos planos. Por un lado, ante las situaciones concretas de violencia de géneros, son las redes del territorio más cercano las que más rápidamente pueden activarse para evitar o disminuir la multiplicación de daños derivados de las agresiones. Quienes viven en ese barrio son quienes deben defenderse y protegerse entre vecines. Por otro lado, al mismo tiempo, la autodefensa comunitaria reclama una respuesta “integral”, en términos programáticos, ante aquella disposición también expansiva y transversal desde la que se despliegan y actúan las distintas formas de dominación y explotación de la vida en estas latitudes.
  • Escuela de acompañantes comunitaries contra la violencia de géneros. En 2019 iniciamos este espacio, desde donde acompañamos procesos de formación de identidades feminizadas y disidentes. Abordamos estrategias de acompañamiento en situaciones de violencias de manera situada, atendiendo a la manera en la que en cada territorio se configuran deseos, lecturas y expectativas. El objetivo de este espacio es compartir las herramientas que nos han servido para acompañar estas situaciones, para que se expandan las redes de apoyo.
  • Compromiso Social Estudiantil. Articulamos con proyectos de responsabilidad social universitaria o de extensión universitaria para promover formación en géneros en esos ámbitos, generado protocolos comunitarios de acción contra las violencias y protocolos de refugio en nuestro espacio a familias huyendo de situaciones de riesgo vital.
  • Escuela de Oficios Transfeminista. Este espacio propone crear un trayecto formativo alternativo con perspectiva de géneros, desde la educación popular y fomentando el trabajo cooperativo. Con el desarrollo de este proyecto apuntamos a construir herramientas teórico-prácticas sobre diversos oficios y saberes para identidades feminizadas y disidentes que permitan fortalecer la red de economía popular, feminista y disidente, a partir del intercambio de conocimientos y de lo producido.

En el camino del ensayo-error, del inventar y modificar, del evaluar colectivamente la práctica y transformarla es que vamos caminando Casa Comunidad. En red, siempre con otres, convencidas de que solo caminando y construyendo entre muches, podremos dar batalla contra los efectos que el patriarcado y el capitalismo colonial y criminal tienen sobre nuestros cuerpos y territorios.

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