Raúl Zibechi
Trabajar con quienes nos necesitamos
La vocación de ligarse a las personas oprimidas y humilladas en nuestra sociedad, es una noble actitud de solidaridad.
Hacerlo durante cuatro décadas, apartando la ambición de llegar al poder para permanecer abajo, junto a ellas, implica una ética del hermanamiento que supera holgadamente la concepción tradicional de solidaridad, donde el sujeto es siempre el que toma una iniciativa solidaria.
Dedicar una vida a construir sujetos colectivos, entre quienes el poder apenas visualiza “objetos de políticas públicas”, es una bofetada a los partidos y las academias que siempre toman a las y los de abajo como excusa para estar allá arriba, digitando lo que las pobres necesitan porque encarnan la soberbia de saber lo que otros quieren, sin consultarnos, dejándolos apenas como receptores pasivos.
La militancia de los 80, tiempos de transición en los que nació Baladre, estaba pavimentada con las piedras de la representación. Tú me votas, yo te represento. Tú me das un cheque en blanco para que haga lo que me quiera, que las más de las veces consiste en soldarse al sillón del representante para siempre, eternamente, como nos enseñan los partidos de este sistema. A eso le llaman democracia.
Se representa lo que está ausente, como en el teatro. La condición principal de la lógica de la representación consiste en impedir que se construyan sujetos y sujetas en el llano, justo donde son más necesarios, porque a las pobres no puede representarlas nadie más que ellas mismas.
Las personas empobrecidas con las que trabaja Baladre, no tienen siquiera la posibilidad de organizarse, porque el tipo de organización predominante en este sistema (capitalista-patriarcal-colonial), como los sindicatos y los partidos, raras veces incluyen a las personas racializadas, presas, migrantes y marginalizadas por sus opciones sexuales, por el color de piel, el nivel educativo alcanzado y el aspecto físico que portan.
Creo que el principal mérito de estos 40 años de Baladre consiste en habertrabajado, y seguir trabajando, para la construcción de sujetos colectivos en los “sótanos” de nuestra sociedad, allí donde no llegan los focos mediáticos, donde los representantes no se atreven o no les interesa porque confían siempre en el voto cautivo de las pobres. ¿Qué más podría interesarles que el voto?
Por todo eso y mucho más, creo que debemos celebrar que Baladre siga existiendo, gozando de buena salud colectiva pero, sobre todo, que no se hayan rendido, que no hayan claudicado y no se hayan vendido, como viene siendo la norma en eso que llaman política en este mundo.