Patricia Dopazo
Hace años, la caravana de Baladre se detuvo en Alacant y nos convocó a varios colectivos en el Hort Comunitari del barrio de Carolines para comer juntas y compartir sobre nuestras acciones e inquietudes. Ese día me di cuenta de que tenía algunos libros de Baladre en casa y de que su puesto de materiales había estado en muchos de nuestros encuentros por la soberanía alimentaria en el País Valencià. Ahí empecé a entender lo que era Baladre.
Porque cuesta entender lo que es Baladre leyendo una descripción en una web o atendiendo cuando alguien te lo explica. Se empieza a entender cuando lo puedes mirar de cerca, cuando comienzas a ser parte de su entramado, de sus enredos, de cualquiera de las infinitas maneras en las que eso puede ser posible. En mi caso, fue acompañando en las visitas habituales de Manolo a Alacant y en las comidas compartidas con Nano, Víctor y las muchas y diversas invitadas de cada momento. Concentraciones, acciones por la RBis, charlas de amigas de Baladre, transportar cajas de libros, llevar de visita a compañeras que están de paso…
quién sabe los motivos que hacen que Manolo esté aquí o allí. De esos encuentros salieron y siguen saliendo ideas que se materializan y vínculos que se vuelven frecuentes o imprescindibles.
Pero creo que lo mejor es que Baladre, a diferencia de otros colectivos, no puede terminar de entenderse. En sus distintas ramas y extremidades siempre está sucediendo algo que enriquece sus temáticas, que amplía su alcance geográfico, que extiende aún más sus afectos, aumenta sus alianzas y diversifica sus actividades. Y todo va en múltiples direcciones y de forma autónoma, abierta y no necesariamente planificada.
Lo importante, por eso, no es entender lo que es Baladre, sino querer entender Baladre, porque desde ahí, desde la participación de cada quien, se aprecia su naturaleza, se aprende y desaprende y se llega donde todas nos encontramos.