Nacho Moreno Alberto
Ser y estar en los márgenes, en las realidades de la gente, de las calles de pueblos y barrios del Estado español y más allá como sentido de pertenencia, sitúan para mí a Baladre como uno de los espacios más interesantes en la disidencia política que ha logrado ser y hacerse desde el cambio de régimen: 40 años ¡agita!
Al parecer tenía cinco años cuando germinó esta planta, pero fue con diecinueve aproximadamente cuando, a través de Manolo Sáez, la conocí. En ese momento, empezaba mi actividad política en el Comité Canario de Solidaridad con los Pueblos. Llegaron los primeros textos cargados de veneno a mi piel, que aunaban activismo político con una mirada bien distinta, alternativa y radical. Eran tiempos del movimiento antiglobalización, una fotosíntesis necesaria.
Después de años y momentos compartidos, a finales de la primera década de este siglo tuve la oportunidad de estar en un encuentro en Málaga, que recuerdo con cariño y que me permitió conocer las raíces de esta planta en distintos territorios del Estado.
En estas palabras, además de reconocer la trayectoria y el esfuerzo por poner la vida en pensar y hacer otras vidas posibles, no menos importante me parece destacar las semillas que ha aportado esta planta venenosa. Ha logrado abonar, crecer y desarrollarse con otros endemismos del País Canario, difundiendo las luchas y realidades que se vienen dando desde este pequeñito territorio colonial en el que, en la postrera segunda mitad del siglo pasado, se inició el último monocultivo conocido que aún padecemos: el turismo de masas. Desde finales de los años noventa, que yo conozca y recuerde, Baladre ha estado presente en Canarias, en conexiones de ida y vuelta, que creo han permitido difundir la palabra y conectar sinergias con y desde el Archipiélago. Aquí las ondas de Radio Pimienta y el Espacio La Casa, en el Valle de La Orotava, han sido uno de los epicentros del sismo. Pero no el único, en Gran Canaria, Fuerteventura, La Palma…, sería largo e injusto enumerarlas a todas, por desconocimiento y porque me dejaría muchas personas, espacios, colectivos y organizaciones diversas del Archipiélago a las que Baladre ha acompañado en todos estos años.
Me aferro a la esperanza y a la disidencia como actitud, a seguir pensando y sintiendo otras vidas posibles desde la autogestión y la autodeterminación personal y de los pueblos.
Por eso, me quedo con el sentir de todas las personitas que están y han estado presentes en estas vivencias cargadas de HUMANIDAD, de afectos, de construcción y consciencia colectiva. De iniciativas por SER, por la dignidad humana desde este terruño.
¡Por muchos más años de veneno depurativo!
¡Salud y vida a Baladre y a toda su gente!