Miguel Rodríguez
En todos estos muchos años de conocer a gentes de Baladre, esa urdimbre cambiante de personas comunes que se autodefinen como “baladrinas”, me encontré —en general y en particular— con unas cuantas buenas gentes, buenas que comparten, entre otras peligrosas manías, la actitud de querer acompañarse en sus caminos de vida y de supervivencia.
En todos estos muchos años he tratado a personas de muchos lugares e identidades que intentaban conectar sus luchas, de manera natural, desde abajo, desde lo práctico, lo real y lo cotidiano… en un entramado de relaciones humanas en construcción permanente de lo comunitario, como búsqueda constante de una vida que merezca ser vivida juntas…
Compartiendo las resistencias propias y practicando las dignas luchas de las otras… preocupadas más por los intríngulis del cuidado –desde las tripas, el tacto y el acompañamiento– que del resultado del objetivo concreto… desconfiando de teóricas elucubraciones con vocación de verdades absolutas regidas por militantes maneras de vivir y apostando, mejor, por reivindicativas acciones —encuentros, escuelas, ediciones…— de colectivas maneras y, siempre con unas saludables ganas locas de incordiar al sistema…
Gracias. Abrazos.