Pensamiento crítico en las aulas. ¿Es posible la educación en las escuelas?

Rocío Copete Piris y Juan José Vergara Ramírez

Hay razones para decir que las escuelas no son los mejores espacios para que se produzca el aprendizaje. Hay dos que sentimos de forma especial:

La soledad: El aprendizaje en las escuelas, se produce fundamentalmente aislado de lo que sucede fuera de sus paredes. Las aulas tienen puertas que separan a las gentes en función de sus edades, resultados medidos en calificaciones y títulos. Los roles que desempeña cada persona están definidos previamente y no es fácil transgredir el papel asignado. Las experiencias de aprendizaje que se producen fuera de las aulas –en los barrios, las ciudades o lo pueblos— no suelen tener mucha incidencia en los resultados académicos de quienes allí aprenden y tampoco en las prácticas de los que provocan el aprendizaje.

Aprendizaje como transmisión: El contenido del aprendizaje está prefijado por una legislación de referencia que determina qué debe ser aprendido y qué no. El desarrollo del pensamiento crítico no es el eje de la educación que allí se produce, tan solo una habilidad que el alumnado debe adquirir. De esta forma, deja de ser el motor de la construcción de las personas —aprendizaje como reflexión transformadora— para convertirse en una simple herramienta para la adaptación al mundo que vivimos.

Sin embargo, las escuelas también abren puertas que permiten —a quienes lo desean— comprometerse con otra forma de entender la educación. Algo que lleva el aprendizaje a las calles, sus gentes y se convierte en un agente de la transformación personal, relacional y comunitaria. Es para abrir estas puertas para las que la ayuda de Baladre está siendo fundamental.

De unos años a esta parte, nos dedicamos a formar en la profesión de educadoras. Esto se hace en escuelas dedicadas a la Formación Profesional. Los contenidos de la enseñanza están fijados por una legislación de referencia que dicta qué debe ser aprendido, pero creemos que para dedicar tiempos y esfuerzos a la educación no basta con desempeñar la profesión de educadora; es necesario abrir las aulas de nuestras escuelas a los barrios donde habitan.

La acción más urgente para hacerlo es invitar a las futuras educadoras a abrirlos ojos a los barrios y los territorios donde emplearán su tiempo. Para hacerlo está siendo de gran ayuda el compromiso de las gentes de Baladre para acompañarnos en viajes, espacios y gentes con grupos de educadoras en formación.

Abrir los ojos y buscar nuevas miradas que educan ha sido un compromiso de años que tiene textos publicados con amigas: grandes expertas en distintos temas que podían ayudar a dibujar miradas transformadoras en la educación.

Creemos que educan las personas, las comunidades y los territorios. Dedicar tus esfuerzos a la educación exige salir de las escuelas para vivir las luces y las sombras de las gentes y donde habitan. Es por ello que viajamos con grupos de educadoras en formación de forma constante a sitios lejanos como el atlas marroquí y la India o mucho más cercanos como barrios de Madrid, Valencia, Málaga, Salamanca, Toledo y tantos otros. Lo llamamos “estancias formativas” ya que el viaje nos forma en aquello que necesitamos para dedicarnos a la educación: habitar las gentes, los territorios, las realidades y nosotras mismas.

Pero este viaje debe ser en dos direcciones. También es necesario abrir las puertas de la escuela a las gentes que deben ser escuchadas para provocar pensamiento. Para ello invitamos a gentes a visitarnos. Cuando esto sucede es un motivo de felicidad para nosotras y debemos agradecer a las gentes de Baladre —y a Manolo S. Bayona en especial— su generosidad para compartir espacios de relación y reflexión en todos estos encuentros y viajes. Gracias a ellas, —la educación, como ocupación— se convierte en un agente de pensamiento crítico y transformador.

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