Irene Fonseca, Asturies
Cuando pienso en Baladre se me vienen a la mente las caras de personas queridas que he ido encontrando en diferentes espacios de construcción de alternativas: pienso en Say, en Aida, en Alicia, en Manolo, en Mari, en Isa, en Marta, en Roberto, en Félix… A todas las conocí en espacios de militancia y todas tienen en común un compromiso con la construcción de mundos donde quepamos todes, pero sobre todo las excluidas y las nadies. Para ello surge Baladre hace ya cuarenta años, que como yo la entiendo, no es más (ni menos) que una red de apoyo mutuo y de cuidados. Una Red amplia, porque abarca lugares de distintas partes del mundo, pero también sólida, porque se basan en el compromiso consciente de las personas implicadas en ella. Una red de redes, porque las personas que la forman se integran en otras presentes en los territorios en los que habitan. Una red difusa, porque no es fácil delimitarla, pero a la vez concreta, porque se hace presente en aquellos momentos y espacios atravesados por la exclusión cuando más se la necesita. Una red que se autogestiona entre las personas que se comprometen con ella. Una red que promueve el cuestionamiento de las opresiones y la conciencia crítica, pero también el cariño, el cuidado y el encuentro. Una red de personas imprescindibles pero que huye de egos, de personalismos y de protagonismos. Una red que nos ha regalado debates tan importantes como la renta básica de las iguales, como qué comen las que mal comen o qué pasa con las personas presas, con las trans, con las pobres, con las migrantes, qué pasa en definitiva con las personas excluidas del mundo.
Esa red cumple 40 años gracias al compromiso, al cuidado, al cariño y al trabajo insistente de personas como Say, como Alicia, como Manolo, como Mari y como Isa, Marta, Roberto o como Félix, entre muchas más que formáis Baladre. ¡Muchas gracias por existir y por resistir compañeres!