Doni Arocas Tortajada, Trabajadora Social y Educadora Social Habilitada
A modo de recuerdo, conocí a Baladre por el Colectivo de Jóvenes de la Coma, en el otoño del 1995 cuando aterricé en el barrio de la Coma de Paterna, Valencia. Un año antes ya había ido a visitar a una amiga de mi pueblo, la cual estaba residiendo en el barrio en un Colegio Mayor como becaria desde septiembre del 1994, fecha de apertura del mismo. El barrio de La Coma se había construido en los 80 con la llamada «población sobrante» de las diferentes comunidades autónomas y pasó a ser considerado por las administraciones públicas de diferentes formas: barrio de acción preferente, barrio de acción social, barrio de acción deprimida.
Había realizado la diplomatura de Trabajo Social y venía de participar en un programa Erasmus en París (estuve realizando prácticas en el servicio estatal francés “Violence Conjugale” —lo que en el Estado Español es el 016– y con un grupo de mujeres árabes líderes que habían sido formadas por Cruz Roja para acoger y acompañar a las mujeres en el barrio de Nanter —situado en le banlieue de Paris, era y es un barrio marginal-). Como no quería volverme a mi pueblo y no tenía suficientes recursos económicos para sostenerme de forma autónoma, opte por solicitar una beca para el Colegio Mayor de la Coma. Me incorporé en octubre de ese año, un mes más tarde porque antes tenía que vendimiar —vengo de entorno rural y en casa siempre hemos dependido de las estaciones, en septiembre toca la vendimia—. Las becarias teníamos como responsabilidad la de participar y colaborar con entidades del barrio y comencé a participar en el Colectivo de Jóvenes de la Coma y en las «Mares Fadrines«. El encuentro con ambos colectivos me permitieron encontrarme con Baladre… hasta hoy.
A continuación comparto las presentes palabras que escribí para la presentación del libro SI NO HUBIERA PRIVILEGIOS NO HABRIA MISERIAS, la cual realizamos en el local de la Repartidora —situado en el barrio de Benimaclet, mi barrio desde el 2000,– en Valencia, el 23 de febrero del 2019:
“Estamos reunidas en este local para la presentación de este libro político y comprometido que nos presenta BALADRE y que reúne textos y experiencias de vida en común, sueños presentes y vivientes, deseos futuros, cuestiones pendientes… todas, relacionadas con la acción social transformadora”.
Si nos adentramos en el mismo, nos encontramos —desde «Stop desahucios Bidasoa”, “Asdecoba-colectivos en red”, “barrios y menores-Parke Alcosa”, “Ningunas Santas”, “el Ganchillo social”, “RBI frente al patriarcado”, “Antiracismo”, “la precariedad mas allá de lo laboral”, “pobreza y desigualdad”, “¿qué Trabajo Social soñamos?”, “el conflicto capital vida”, «viaje al corazón de la bestia”… hasta “reparto sí pero de la riqueza»— con iniciativas sociales críticas, transformadoras y por ende emancipadoras. Estas, se han llevando a cabo, se están llevado y se seguirán llevando en diferentes lugares, localidades, barrios, ciudades, pueblos del Estado Español y de otros continentes, por gentes que han sabido construir vínculo, apoyo mutuo y vida en el centro, compartiendo cuidados, experiencias, reflexiones en formas de colectivas, iniciativas sociales, experiencias universitarias, experiencias institucionales… todas ellas situadas en el marco de este sistema capitalista, patriarcal y racista.
Y digo situadas, porque como diría Harawuai (1987) en sus Conocimientos situados: “Todas ellas formas de conocimiento encarnados, situados, donde desde la reflexión y desde el enfoque feminista de las ciencias y el género ponemos en el centro tres dimensiones fundamentales: a las personas como sujetos que conocen frente a la epistemología sin sujeto cognoscente, al carácter situado del conocimiento frente a la tradición de las visiones desde ningún lugar —objetividad de la ciencia— y el nexo entre conocimiento y poder frente a la hipótesis clásica de la neutralidad valorativa de la ciencia”.
Quien me iba a decir que desde nuestras prácticas emancipadoras —tuve mi participación activa en el Colectivo de Jóvenes y en el colectivo de Mares Fadrines de la Coma, Valencia– desde 1995 al 2000. Periféricas, invisibles, (des)valoradas, despreciadas… situadas en contextos de marginación, de violencia, de sufrimiento, de dolor, de empobrecimiento, de desigualdad, de injusticia social… estábamos-estamos-están construyendo conocimiento desde abajo, desde la calle, desde la reflexión y el vínculo, desde las personas afectadas, desde lo comunitario: Granja-Centro de Día Julia, grupo de teatro “chapao”, película “Tarara de Chapao”, iniciativas de autoempleo, huertos ecológicos y comunitarios, tienda de reciclaje…
Pero, si nos encontramos en una época de incertidumbre como dice Muñoz, fruto del sumatorio de las precariedades (laborales, de subjetividad y de identidad), del incremento de los mercados financieros y de la tecnificación en el marco del paradigma del capital humano, la cual viene definida a su vez por: a) su definición —como dice Becker (1960)—, surge en los 80 haciendo referencia a la competitividad y a que la riqueza de las naciones está en la acumulación del conocimiento de forma individual, donde los individuos son propietarios de su capital el cual tienen que cuidar; b) la necesidad de ser empresarios/as de nosotros/as mismos/as, “como dice Foucault— en el concepto de biopolitica, los individuos se subjetivizan, se piensan con los intereses de quienes les gobiernan, no necesitando control, porque ya se controlan y c) la obligación de ser atractivos/as como sujetos —como dice FeHer (2007)– a la vida hay que sacarle la máxima rentabilidad, pasando del individualismo posesivo al individualismo especulativo, donde lo que más vale es saberte vender al mercado, en el marco de una sociedad injusta, desigual y donde además los adjetivos que la definen se convierten en sustantivos relegados y abandonados; me pregunto: ¿porqué la mayoría de las personas tienen dificultad para identificarse con las necesidades comunes, con lo común? y por otro lado ¿qué nos ha llevado a las que estamos presentes a unirnos, a construir apoyo mutuo, compartir vidas, recursos… en este paradigma del capital humano?.
Me contesto a esta última pregunta, señalando que la capacidad humana de tener conciencia, de mirar la realidad y analizarla desde las relaciones de poder, incorporando las categorías género, clase, raza, nos ha permitido por un lado construir prácticas sociales basadas en la cooperación igualitaria, de apoyo mutuo como dice Kropotkin (2016); por otro, reivindicar derechos sociales y una renta básica de las iguales (RBI) y a la vez como dice Foucault (2007), revalorizar estas experiencias, las cuales han estado construidas en confrontación con el poder, donde nosotras, las personas, somos protagonistas de nuestra propia emancipación.
Y estamos en ello, no sin admitir que no nos ha sido fácil, porque además de las contradicciones y dificultades que tenemos y hemos tenido en nuestras prácticas y colectivos (¿donde está la efectividad de la equidad de los cuidados?, ¿qué pasa con nuestros egos?, ¿de verdad tenemos relaciones igualitarias?, ¿seguimos las mujeres siendo las secretarias?, ¿cómo llevamos el buen trato?, ¿dónde están esos espacios informales de encuentros que nos permiten reconocernos como personas sentipensantes, como reivindica Dones i Prou-?…) nos han acompañado por un lado unos Servicios Sociales precarizados económica y laboralmente, cada vez mas privatizados; por otro, un Trabajo Social, muy alejado de lo que Zamanillo entiende como “trabajo social como proyecto teórico-práctico, ético-político” y por unas prácticas de acción social alejadas de lo que la filósofa Nusbaumm define en sus narrativas imaginadas “capacidad de ponerse en el lugar de la otra persona, e imaginar su bibliografía de vida, sin juicios ni valores”.
Necesitamos la conciencia, para seguir caminando, como dice Bakunin “hacia una sociedad justa, entendida como, a través del vínculo social, podemos construir de forma cooperativa e igualitaria una sociedad justa, garantizando la libertad a todas las personas” y para cuestionar el poder y aquellas prácticas que generan desigualdad y malestar. Al tiempo, no me gustaría dejar de lado la reflexión de que si situáramos la vida en el centro y ésta fuera interdependiente y transitara con otras vidas, quizás, podríamos disfrutar de una mejor salud mental individual, colectiva y social. Sin duda, aquí Baladre tiene mucho que decir y compartir.
Os invito a la lectura de este libro que es un ejemplo y puede ser un referente para aquellas subjetivaciones subversivas al paradigma capital vida. ”