La vida baladrina, una vida cordillerana

Candela de la Vega

En una novela escondida en algunas bibliotecas, Tres golpes de timbal, un escritor argentino decide describir la vida en nuestras tierras del Sur, Daniel Moyano. Con exquisita minuciosidad nos trae imágenes sobre la vida de los pueblos cordilleranos del norte de Argentina. Pero también en esa novela se aventura en la reconstrucción de los bordes y mojones que dibujan los mapas mejor custodiados de esas comunidades: es que son esos mapas los que les permiten caminar por los oblicuos senderos y cornisas de nuestros Andes imponentes.

Algunas de sus palabras han quedado como legado precioso para quienes creemos que sigue siendo posible caminar por los Andes. Sí, nosotras sabemos que podemos caminar por los Andes, por más altos que nos parezcan a primera vista. Esa proyección de impenetrabilidad de nuestra Cordillera también nos protege, debe seguir siendo así para quienes vienen a dinamitarla o dividirla. Asumiendo esta sabiduría de movernos entre los Andes, Daniel Moyano propone pensarnos como muleros o muleras —quienes andan en mula— y como astrónomos —quienes se deleitan mirando las estrellas—:

El poder es una ilusión monstruosa que interrumpe las relaciones naturales entre las estrellas que venimos observando en nuestros ratos de astrónomos, y los animales y las plantas con quienes convivimos en nuestros largos días de muleros. Los que lo tienen, imponen esa ilusión matando, de otra manera no podrían conservarlo

Y continúa:

Con sus matanzas van postergando un tiempo de alegría.

Se apropian de las palabras para escribir una historia mentirosa, con hechos que, por eludir la sustancia del hombre, son ficticios, especie de siembra destinada a la supervivencia de un oficio repugnante a la conciencia de la vida. A esas ficciones nosotros oponemos las palabras que usted está usando, para mantenernos en el tiempo hasta que encontremos una instancia de descubrimiento de algo nuevo

He aquí el corazón de lo que por aquí pensamos que significa la vida baladrina: la posibilidad de movernos entre los senderos, cornisas y laderas de los Andes. En la vida baladrina, los Andes no son muralla con otros pueblos que habitan en valles o en laderas, o capaz que en las cimas nevadas, pero más cerca del sol. En la vida baladrina, sabemos que atravesando senderos más amplios a veces, más inclinados en otras, siempre llegamos a esos pueblos hermanos y podemos ver juntos y juntas las estrellas. Quienes pasamos alguna vez por esos senderos, estando más cerca del cielo, las estrellas se nos aparecen con tanta luminiscencia que nos toca las mejillas. Ese es el tiempo de alegría.

Como la vida baladrina, la Cordillera no separa, sino que nos une obligándonos a caminar hacia sitios diferentes. Habiendo atravesado caminos hostiles, nos encontramos con otras, otros, otres, para abrir un nuevo tiempo durante el cual tenemos la chance de que suceda la magia de descubrir algo nuevo. Algún hallazgo vital, dirá Daniel Moyano: alguna palabra nueva que nos permita comprender mejor la profundidad de nuestros pasos por la Cordillera, algún nombre nuevo para continuar una vida en común, o quizás algún nuevo sendero que nos lleve a un valle aún inexplorado. Así es la vida baladrina, así es como la hemos vivido hasta ahora.

Y termina Daniel Moyano:

El tiempo que ellos han tardado en apropiarse del mundo nos ha permitido una demora que ha hecho posible los hallazgos más vitales, esos que nos permitirán subsistir en la libertad. En el fin de la ilusión del poder, a ellos los espera la tristeza, donde desaparecerán. La mecánica del mundo es para la alegría. Ellos nunca podrán modificar esa mecánica, ni con las manos ni con el pensamiento”.

La vida baladrina es una apuesta a la producción de esa demora que atrasa el avance de la tormenta que les permite a los poderosos indolentes apropiarse del mundo, de nuestra Cordillera. Seguiremos caminando las cornisas de los Andes —siempre lo supimos hacer— porque sabemos que en esta vida baladrina, esta vida cordillerana, la mecánica es nuestra: en algún valle la libertad sigue siendo un hallazgo vital, una flor exótica que crece y se abre al reflejar la luz intensa de las estrellas. Sólo en ese momento, nuestra vida de muleras y astrónomas recobra su sentido.

Gracias baladres, gracias por esta vida cordillerana.

Scroll al inicio